ENSEÑANZA DE LA FÍSICA Y LA QUÍMICA
LOS METALES DE LA TIERRA: TITANIO
Y TELURO
En 1791, un sacerdote inglés, Guillermo
Gregor, párroco de Menacham, pueblo situado en una zona de gran tradición
metalúrgica como las Cornualles, gran aficionado a la mineralogía, hizo
posible por su curiosidad, el descubrimiento de un nuevo elemento químico.
En su pueblo había unas arenas negras que se pegaban al imán y que se parecían
mucho a la pólvora negra. Las mandó analizar con el siguiente resultado:
Magnetita 46,51% - Sílice 3,5%
- Una nueva sustancia 45% - Pérdidas 4%
La llama CAL PARDO ROJA
[1]
que debería contener un nuevo elemento, el
MENACHITO o MENACHITA, en honor de su pueblo y parroquia
[2]
.
Independientemente de los trabajos
de Gregor, completamente desconocido en el mundo científico y cuatro años
después, Klaproth, analizando un mineral raro, brillante y resplandeciente
conocido por ello como rutilo
[3]
procedente de Boinik (Hungría), encuentra una
sustancia de comportamiento similar a la descrita por Gregor y que llamará
TITANITA TORNASOLADA DE HIERRO DE CORNUALLES y que analizará, coincidiendo
plenamente con los resultados obtenidos por Gregor. Cree que
contiene un nuevo elemento y aunque reconoce la paternidad de aquél, en
el descubrimiento, lo llama por proceder de la tierra, TITANIUM
[4]
en honor de Titán, personaje mitológico primer
hijo de la Tierra
[5]
. En realidad lo que había descubierto no era
un elemento químico, sino el óxido del mismo; lo que se conocía en aquella
época como cal de la sustancia.
El TITANIUM conserva dicho
nombre en toda Europa, produciendo el símbolo Ti. Sin embargo lo que había
hecho Klaproth había sido purificar ligeramente el rutilo. El elemento será
aislado en 1825, por Berzelius, y sólo totalmente puro en 1910. El desarrollo
tecnológico hará que este elemento prácticamente desconocido, sea uno de los más importantes en el siglo XX.
No se va a quedar sólo el Titanio
como representante de los nombres terrícolas, otro metal aparecerá en la
Transilvania, entre Hungría y Rumania. La historia de éste se inicia con
el descubrimiento de las minas de oro de Nagyág, en Transilvania, y de la
apertura, el 8 de abril de 1747 de la mina llamada "Concepción de María",
aunque la población de la zona lo hiciera como "Mina del gitano"
[6]
, explotada por la familia del Barón Ignacio
von Born, consumado metalúrgico húngaro que había ideados diversos procedimientos
de beneficio de minerales.
Enseguida el oro llamó la atención
de los metalúrgicos; no era amarillo y por lo tanto no debería ser oro.
Otro oro similar surge en una zona vecina; las montañas de Börzöny. El coronel
José Ramacsahazy lo analiza descubriendo la presencia de un elemento diferente
que es el responsable de la alteración de las características visuales.
Describe el mineral como un "oro crudo"; el oro no hecho
[7]
, poniéndose de acuerdo, el 30 de enero de 1781,
con el químico Matías Böhm, para "madurarlo".
En las minas de la zona, aparece
el mismo mineral. Tratado por Von Rupprecht, con carbón, y luego el residuo
metálico con mercurio, no producía trazas rojas, aunque el metal tenía un
brillo metálico. Rupprecht supone se trata de antimonio.
El 21 de septiembre de 1782, el
inspector jefe de minería de Transilvania, Müller recibe una muestra del
"ORO BLANCO AZULADO". Al analizarla encuentra una sustancia
muy parecida al antimonio, pero que debía ser sulfuro de bismuto. No obstante
después de tres años de análisis, concluye que la sustancia no contiene
ni antimonio ni bismuto, sino un elemento desconocido. Por su color, llama
al mineral AURUM PARADOXUM o METALIUM PROBLEMATUM y AURUM ALBUM.
Determina su densidad y caracteriza el olor a rábanos de sus humos blancos
cuando se calienta, así como el color rojo que provoca en su reacción con
el sulfúrico, y el precipitado negro que se produce cuando se diluye aquella
disolución. No obstante envía una pequeña muestra a Bergman, uno de los
mayores especialistas en mineralogía de aquella época, que le confirma al
año siguiente, que no se trataba de antimonio ni de bismuto, sino de algo
nuevo
[8]
.
Entre tanto en 1789, el joven profesor
Kitaibel de la universidad de Pest (se había doctorado en medicina, cuatro
años antes), recibe una muestra de un mineral de Pilsen, que nuestro conocido
von Born había tomado como MOLIBDENITA ARGENTÍFERA, y redescubre
en esa sustancia el mismo AURUM PROBLEMATICUM, suponiendo también
que contiene un nuevo metal al que denomina PLATA MOLÍBDICA. Envía
un relato a Klaproth que lo informa favorablemente, olvidándose del asunto.
Algunos años después este científico, que había recibido unas muestras del ya famoso "oro de Transilvania",
las analiza y lo aísla, comprobando los resultados de Müller, y publicando
los suyos en una sesión de la Academia de Ciencias de Berlín, el 25 de enero
de 1798. Bautiza al nuevo metal, como TELLURIUM, reconociendo la
prioridad del descubrimiento de Müller, que así avalado recibe toda la gloria
y al que el Kaiser concede el título nobiliario hereditario de "Barón
de Reichenstein" (barón de la roca del reino), muy en consonancia con
dicho descubrimiento. Sin embargo Kitaibel, no está de acuerdo
y acusa a Klaproth de apropiarse de sus informes, reclamando para
él la paternidad del hecho. Realmente ni Klaproth, su bautizador, ni Kitaibel,
su comprobador, pueden revindicar los trabajos de Müller, su descubridor.
El TELLURIUM latinizado, del cual derivan
el TELURO español, TELLUR inglés y alemán, procede del latín
TELLUS-TELLURIS, que a su vez lo hace del indoeuropeo, ya que en
sánscrito el suelo (en el sentido de tierra) era TALIMAN, y la tierra llana TALAM, que en prusiano
era TALUS, en celta irlandés
TALAM (tierra) y en protoindoeuropeo DHEGON.
[1]
La cal pardorojiza se disolvía
en ácido sulfúrico, dando una solución amarilla que se volvía púrpura
cuando se reducía con cinc, estaño o hierro. Al fundir mineral reducido
a polvo con carbón vegetal, se formaba una escoria de color púrpura. Esto
completaba el informe publicado en los Crell's Annalen, y que pasó prácticamente
desapercibido en los medios científicos europeos, fundamentalmente alemanes
y suecos.
[2]
"La opinión de un hombre
tan versado en mineralogía (hacía referencia a John Hawkins), junto a
las propiedades extraordinarias de la arena, me inducen a creer que debe
contener una nueva sustancia metálica. Para distinguirla
de las otras, me he atrevido a darle un nombre derivado de la región
donde se encontró y por ello el metal podría llamarse MENACHANITO".
[3]
Del latín RUTILUS, resplandeciente
como el oro, que a su vez lo toma de la raíz indoeuropea reudh, tal como
lo rojizo, el rubicundo, la rúbrica de una firma (inicialmente en rojo)
y el metal rubidio.
[4]
Klaproth, aduce el siguiente
argumento para dicho bautismo: "Siempre que no es posible hallar
para una sustancia nueva, un nombre que indique sus propiedades peculiares
y características, creo que lo mejor es elegirlo de tal modo que no signifique
nada en sí, y de este modo no puede dar lugar a una idea errónea. En consecuencia
tal como hice con el Uranium, tomaré el nombre de esta sustancia metálica
de la mitología y en particular de la de los titanes, primeros hijos de
la Tierra. Llamo pues a este género metálico TITANIUM". Estas
palabras en boca de Klaproth son muy importantes, porque se trata junto
con Berzelius, del mayor bautizador de elementos químicos de todos los
tiempos.
[5]
Este nombre recuerda al del satélite mayor de Saturno,
descubierto un siglo antes. Pese a sus aficciones astronómicas, Klaproth
no bautizó al elemento pensando en el cuerpo astral como después habría
de hacer con otros y como algunos piensan.
[6]
Recibe este nombre, debido a
que un gitano que vivía en los alrededores, se encargaba de repartir las
herramientas de los mineros.
[7]
En la creencia alquimista de
que los minerales maduraban en la Tierra hasta formar el oro, un oro crudo
significaba que se había extraído antes de tiempo del yacimiento.
[8]
La carta que envía Bergman a
Müller, el 13 de abril de 1784, es muy
interesante, porque en ella menciona el reciente descubrimiento
del Volframio por parte de Elhuyar.